sábado, 2 de junio de 2012

El Realismo y el Naturalismo: literatura española del siglo XIX

El Realismo es un movimiento literario que se desarrolló desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta principios del XIX. Es un movimiento que presenta la realidad burguesa de acuerdo con los intereses de la aristocracia y la burguesía capitalista, a pesar de que piensen en experimentar, en el positivismo y en la observación objetiva. Tanto el panorama cultural, como el social o el literario, son testigos de un gran progreso científico, que hará mella en las novelas de autores que representen con gran minuciosidad la realidad de la burguesía de la época.

El Realismo es un movimiento que enlaza la realidad con la ficción, sin olvidar el estilo sencillo adaptado a la índole de los personajes. Le da mucha importancia al diálogo y a la descripción, por lo que elabora un narrador omnisciente que conoce los deseos, apetencias y los detalles históricos de la obra y los personajes. La novela, a pesar de representar la realidad aristócrata, también funciona como una crítica que alarma sobre la búsqueda del progreso. Los ambientes y los caracteres se ven minuciosamente detallados, siendo partícipes de la reproducción objetiva y exacta de la realidad, tomando como ejemplo el método científico. Fue un movimiento tan innovador que se desarrolló en países como Francia, Rusia e Inglaterra, con autores que reciben el nombre de Sthendal (Blanco y Negro), Balzak (Guerra y paz), Dostoivesky (Crimen y castigo), Tolstoi (La comedia nueva) y Dickens (Oliver Twist).

El Realismo en España se vio reflejado en la novela histórica y la leyenda, como representación de la sugerencia y el ensueño, en el folletín, la novela por entregas, y el cuadro de costumbres, que observa la realidad y realiza personajes realistas, en ocasiones poco desarrollados. El movimiento se vio apoyado por autores como Josema Pereda y Juan Valera, que con obras como Peñas Arriba, hablan de la vida campesina ideal y objetiva; o, en el caso de Juan Valera, crea mujeres protagonistas y representa el mundo interior, apoyándose en un gran estudio y conocimiento de los personajes. Sin embargo, el autor que marca indiscutiblemente las pautas de este movimiento es Galdós. Este autor creó teatro, crítica periodística y ensayos; hablaba de los sucesos contemporáneos de la época del momento en Episodios Nacionales, interiorizaba sentimientos mediante el realismo espiritualista, casi próximo al neorromanticismo; y se aleja del realismo para encontrarse con el naturalismo en obras que siguen el mismo esquema, como es el caso de Fortunata y Jacinta.

El Realismo y el Naturalismo son dos movimientos coetáneos del siglo XIX, sin embargo, el Naturalismo llega a finales de siglo. Este nuevo movimiento de la segunda mitad del XIX se caracteriza por llevar al extremo los presupuestos del realismo, haciendo que se investigue sobre el comportamiento humano y se represente la realidad más baja grosera y vil, siempre empleando los métodos de observación científica.

Fue Émile Zóla con Germinal quien instauró las bases de este movimiento con la reflexión sobre el comportamiento humano. Bien, lo que el autor venía a decir era que el hombre es el resultado de la herencia genética, y por lo tanto, hay que entender su comportamiento atendiendo a esa idea y carácter. En 1881 autores como Galdós o Emilia Pardo Bazán tomaron ejemplo de lo que su precursor decía, como podemos observar en La desheredada de Galdós. Sin embargo, Emilia Pardo rechaza aspectos como el determinismo genético, en La cuestión culminante, aunque después en Los pozos de Ulloa, habla de un mundo rural gallego en el que los nobles poseen todo el poder frente a los campesinos.

En el caso de España destacan autores como Clarín y La Regenta, que habla del conflicto amoroso desarrollado en una sociedad hipócrita y convencionalista, mediante el análisis del entorno que le rodea y la personalidad de los personajes; aunque también podemos hablar de Vicente Blasco Ibáñez, que con obras como Arroz y Tartana, continua los pasos del naturalismo. Este autor no oprime nada, siendo el comportamiento de sus personajes y los aspectos, violentos y primitivos, guiados por una herencia que determina su conducta.

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