El
Realismo es un movimiento literario que se desarrolló desde la segunda mitad
del siglo XVIII hasta principios del XIX. Es un movimiento que presenta la
realidad burguesa de acuerdo con los intereses de la aristocracia y la burguesía
capitalista, a pesar de que piensen en experimentar, en el positivismo y en la
observación objetiva. Tanto el panorama cultural, como el social o el
literario, son testigos de un gran progreso científico, que hará mella en las
novelas de autores que representen con gran minuciosidad la realidad de la
burguesía de la época.
El
Realismo es un movimiento que enlaza la realidad con la ficción, sin olvidar el
estilo sencillo adaptado a la índole de los personajes. Le da mucha importancia
al diálogo y a la descripción, por lo que elabora un narrador omnisciente que
conoce los deseos, apetencias y los detalles históricos de la obra y los
personajes. La novela, a pesar de representar la realidad aristócrata, también
funciona como una crítica que alarma sobre la búsqueda del progreso. Los
ambientes y los caracteres se ven minuciosamente detallados, siendo partícipes
de la reproducción objetiva y exacta de la realidad, tomando como ejemplo el método
científico. Fue un movimiento tan innovador que se desarrolló en países como
Francia, Rusia e Inglaterra, con autores que reciben el nombre de Sthendal (Blanco
y Negro), Balzak (Guerra y paz), Dostoivesky (Crimen y castigo),
Tolstoi (La comedia nueva) y Dickens (Oliver Twist).
El
Realismo en España se vio reflejado en la novela histórica y la leyenda, como
representación de la sugerencia y el ensueño, en el folletín, la novela por
entregas, y el cuadro de costumbres, que observa la realidad y realiza
personajes realistas, en ocasiones poco desarrollados. El movimiento se vio
apoyado por autores como Josema Pereda y Juan Valera, que con obras como Peñas
Arriba, hablan de la vida campesina ideal y objetiva; o, en el caso de Juan
Valera, crea mujeres protagonistas y representa el mundo interior, apoyándose
en un gran estudio y conocimiento de los personajes. Sin embargo, el autor que
marca indiscutiblemente las pautas de este movimiento es Galdós. Este autor creó
teatro, crítica periodística y ensayos; hablaba de los sucesos contemporáneos
de la época del momento en Episodios Nacionales, interiorizaba
sentimientos mediante el realismo espiritualista, casi próximo al
neorromanticismo; y se aleja del realismo para encontrarse con el naturalismo
en obras que siguen el mismo esquema, como es el caso de Fortunata y Jacinta.
El
Realismo y el Naturalismo son dos movimientos coetáneos del siglo XIX, sin
embargo, el Naturalismo llega a finales de siglo. Este nuevo movimiento de la
segunda mitad del XIX se caracteriza por llevar al extremo los presupuestos del
realismo, haciendo que se investigue sobre el comportamiento humano y se represente
la realidad más baja grosera y vil, siempre empleando los métodos de observación
científica.
Fue
Émile Zóla con Germinal quien instauró las bases de este movimiento con
la reflexión sobre el comportamiento humano. Bien, lo que el autor venía a
decir era que el hombre es el resultado de la herencia genética, y por lo
tanto, hay que entender su comportamiento atendiendo a esa idea y carácter. En
1881 autores como Galdós o Emilia Pardo Bazán tomaron ejemplo de lo que su
precursor decía, como podemos observar en La desheredada de Galdós. Sin
embargo, Emilia Pardo rechaza aspectos como el determinismo genético, en La
cuestión culminante, aunque después en Los pozos de Ulloa, habla de
un mundo rural gallego en el que los nobles poseen todo el poder frente a los
campesinos.
En
el caso de España destacan autores como Clarín y La Regenta, que habla
del conflicto amoroso desarrollado en una sociedad hipócrita y
convencionalista, mediante el análisis del entorno que le rodea y la
personalidad de los personajes; aunque también podemos hablar de Vicente Blasco
Ibáñez, que con obras como Arroz y Tartana, continua los pasos del
naturalismo. Este autor no oprime nada, siendo el comportamiento de sus
personajes y los aspectos, violentos y primitivos, guiados por una herencia que
determina su conducta.
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