"Nada es más libre que la imaginación humana"
David
Hume fue un filósofo perteneciente a la Eadad Moderna, que se dejó influenciar
por el movimiento empirista del siglo XVII-XVIII. Este movimiento niega las
ideas innatas porque no existen conocimientos independientes o de la experiencia;
el conocimiento sensible puede distinguir lo verdadero de lo falso, pero no
puede haber un conocimiento universal, porque el conocimiento se forma por
juicios provisionales que serán posteriormente corregidos. Este conjunto de
ideas cobran vida en la metafísica,
campo en el que Hume niega el innatismo de Descartes. Los conceptos mentales
son percepciones que provienen de la experiencia, por eso pueden existir; sin
embargo, no existen ideas innatas, ni ideas que tengan representaciones previas
a la experiencia, aunque esto no quiere decir que nuestras percepciones sean
representaciones del mundo. Para explicar su pensamiento metafísico desarrolla
una clasificación de ideas,
en la que realiza tres grupos distintos: las ideas según la vivacidad pueden
ser impresiones o ideas, según su procedencia pueden ser sensaciones o
reflexiones, y según su composición se convierten en simples o complejas. En
este momento se da cuenta de que las ideas se encuentran asociadas, pero, ¿de dónde vienen las ideas simples? Bien, para
Hume las ideas simples provienen de las impresiones simples, por lo tanto, las
representaciones mentales con las que razonamos son copias de las impresiones y
las percepciones ya recibidas. Esto lo define como el concepto de validez que
debe seguir cualquier idea que pretende ser conocimiento. Además de estar
asociadas, las ideas se
conducen unas a otras a partir de tres leyes: la ley de semejanza
mediante la que la mente asocia ideas similares, la ley de contigüidad con la
que las ideas llevan a otras cuando existe una relación espacio-temporal, y la
ley causa-efecto que provoca que ciertos hechos sigan a otros al igual que
sucedió en el pasado; esto quiere decir, que el “yo” está formado a partir de
impresiones e ideas. Entonces, si las ideas están asociadas y se conducen unas
a otras, entonces deben de estar relacionadas; el conocimiento mental está
formado por ideas que provienen del pensamiento y por impresiones que vienen de
la razón, de ahí, se establecen una serie de juicios que se desarrollan en las Relaciones de Ideas y en
las Cuestiones de Hecho.
Las relaciones entre ideas y conceptos no describen como es el mundo, pero al
surgir del razonamiento crean afirmaciones universales y necesarias, válidas en
cualquier circunstancia, aunque su negociación implique un absurdo. En cambio,
las cuestiones de hecho son las relaciones que existen entre los hechos, que
son contingentes: lo que es, lo es ahora, pero podría no serlo. Su negociación
es posible y no implica un absurdo. Hume también estudia la causalidad; la
conexión causa-efecto se relaciona con la ley de relación y asociación de ideas
que atribuimos a los acontecimientos que ocurren en el mundo. Para que exista
una idea, antes tiene que haber una impresión. La imaginación es un fenómeno que
va seguido de otro por la costumbre de que en el pasado fue así, por lo que
crea una proyección del pasado útil para que el mundo no sea tan imprevisible. En
conclusión, una costumbre crea creencias pero no crea un conocimiento
verdadero. Sin embargo, aunque Hume desarrolle parte de su pensamiento hablando
de la metafísica,
no la considera como ciencia: si se sigue el principio empirista nos damos
cuenta de que la metafísica no es conocimiento, porque crea opiniones si
consistencia ni fundamento, además, no se enmarca en las relaciones de ideas o
en las cuestiones de hecho. También critica a la sustancia
extensa, finita y pensante: esta sustancia no existe. La idea de
sustancia no viene de ninguna impresión, no es válida y es una invención que
proviene de la imaginación; la sustancia finita no existe, y Dios tampoco, ya
que la idea de sustancia perfecta no tiene ninguna impresión que la legitime,
por lo tanto, la religión y Dios son necesarias para la vida; la sustancia
pensante está formada por percepciones e ideas que se suceden y cambian, el “yo”
es una creencia de nuestra imaginación que da fundamento a algo que no lo
tiene. Finalmente, en el desarrollo de su ética Hume advierte que las necesidades solamente
quedan satisfechas cuando se vive en compañía de los demás. El ser humano tiene
sentimientos y emociones que les hacen responsables de sus actos, esto quiere
decir que sus acciones o motivaciones, vienen determinadas por sentimientos
positivos o negativos que determinan su comportamiento. Es una ética
utilitarista, en la que el Bien se obtiene del placer y la utilidad, por lo
tanto y en el caso de la ética, el papel fundamental reside en la educación.
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