Rousseau es un filósofo que desarrolla su pensamiento
durante el siglo XVIII, en pleno auge de la Ilustración francesa, que poco a
poco quedaba influenciada de las ideas ilustradas inglesas y de sus filósofos,
como Locke. Este filósofo, de la línea
de Montesqueau y Voltaire, desarrolla su pensamiento de la misma base que lo
hizo Hume, del sentimiento. Del sentimiento surge la verdad que interesa al
hombre, no de la razón. Y el sentimiento es para Rousseau el criterio infalible
y universal. Para Rousseau la razón, es decir, la ciencia, las artes y la
civilización, han sofocado el sentimiento del
estado natural. Las formas de la razón y la civilización deben adecuarse
al sentimiento, que juzga como error y mal todo lo que lo obstaculiza y
deforma. El saber no debe reprimir la naturaleza del hombre, sino dejar que se
desarrolle siguiendo el propio instinto, el cual no tiende al dominio, sino a
la felicidad interior y a la adoración de Dios. Por lo tanto, todo el sistema
de leyes morales, políticas, económicas, educativas, científicas... establecido
debe ser abandonado. Según él, la sociedad ha corrompido al ser humano. Para
descubrir al hombre auténtico, no degradado por la civilización, Rousseau se va
a servir de una hipótesis, el estado de naturaleza y va a proceder por
eliminación de todo aquello que, a su
juicio, no es más que el resultado de la vida en sociedad. El estado de naturaleza sería en el que se
encontrarían los hombres antes -o al margen- de la creación de las sociedades
organizadas. En este estado regirían las leyes o derechos naturales. Pero R. se encarga de señalar que tal estado
puede que no haya existido nunca históricamente. Es decir, es sólo una
hipótesis que nos permite llegar al hombre natural por eliminación de todo lo
que la sociedad pone en él. Éste sería el punto de partida para la construcción
de una sociedad acorde con la auténtica naturaleza humana. Sin embargo, en este estado de naturaleza, los
hombres viven aislados, pues son fuertes, sanos y autosuficientes al no estar
corrompidos por la sociedad. Además, la única comunidad natural es la familia y
esta queda disuelta en cuanto los hijos dejan de necesitar a sus padres; Reina
la igualdad, dado que las diferencias físicas entre unos hombres y otros no son
suficientemente grandes como para establecer desigualdades. La desigualdad
política o moral, frente a la física, implica desigualdad de riqueza, rango,
etc. Y es creada por la sociedad y sus convenciones; y los hombres se mueven
por dos impulsos básicos: el deseo de autoconservación,
que le lleva a satisfacer compasión sus necesidades básicas, y la de sus semejantes que surge de su
capacidad de identificarse con los demás.
Pero hay dos rasgos que diferencian al hombre de cualquier otro animal:
la libertad y la capacidad de autoperfeccionarse. Y
precisamente estos rasgos son los que
van a dar lugar a la aparición de la sociedad y de sus lacras. Frente al instinto animal, la libertad
natural humana permite elegir y actuar al margen de cualquier regla
natural. Frente a la vida animal,
invariable durante toda la vida de la especie, la capacidad de
autoperfeccionarse que tiene el hombre le permite transformar su vida, tanto a
nivel individual como colectivo. Según
Rousseau, los seres humanos salen del estado de naturaleza para solucionar
mejor sus problemas de subsistencia. Y de la costumbre de vivir unidos habrían
surgido lazos afectivos y pasiones antes desconocidos, como los celos, la
rivalidad, el orgullo… Rousseau
considera que los seres humanos habrían comenzado a vivir unidos para dar
respuesta a sus necesidades naturales de manera más eficaz. Pero la vida en
común habría dado lugar a la aparición de pasiones y rivalidades antes
desconocidas. Luego, la simple posesión, propia del estado de naturaleza,
habría dejado paso a la propiedad privada, origen de desigualdad y de
conflictos. Las leyes y los gobiernos habrían sido instituidos para
evitar la violencia. Pero los Estados sólo habrían consolidado la desigualdad y
la injusticia que les habrían dado origen.
Rousseau considera que los seres humanos habrían comenzado a vivir
unidos para dar respuesta a sus necesidades naturales de manera más eficaz. Pero
la vida en común habría dado lugar a la aparición de pasiones y rivalidades
antes desconocidas. Luego, la simple posesión, propia del estado de naturaleza,
habría dejado paso a la propiedad privada, origen de desigualdad y de
conflictos. Las leyes y los gobiernos habrían sido instituidos para
evitar la violencia. Pero los Estados sólo habrían consolidado la desigualdad y
la injusticia que les habrían dado origen.
El contrato social produce un “cuerpo moral y colectivo”, “persona pública”, “república” o “cuerpo
político”. Para Rousseau la soberanía es
inalienable e indivisible. Es inalienable porque si el pueblo dejase la
capacidad de decidir en manos de representantes, perdería su libertad, por lo
que el pacto que dio origen al cuerpo político se habría roto. Roto el pacto,
los individuos estarían legitimados para defender sus intereses como mejor les
pareciese y la comunidad se habría disuelto.
Con el contrato social y la voluntad general que lo expresa la libertad
física del hombre se convierte en voluntad moral. La postura de Rousseau en lo que concierne a
la religión es la del deísmo y la religión natural. Afirma que, con el paso del
tiempo, las religiones van degenerando en formalismos y complicaciones en los
que un falso saber desfigura el mensaje originario.
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