El
Modernismo es un
movimiento literario que comienza a desarrollarse en España y en Europa a
finales del siglo XIX, de tal forma que renueva el panorama anterior y se opone
al Siglo de Oro con la ayuda de autores como Rubén Darío. Es una literatura que
busca la exaltación de la pasión, los sentidos y la irracionalidad. Los
escritores no se encuentran a gusto en el mundo que viven, por lo tanto, deben
realizar el escapismo espacio-temporal. Los temas son de amor y erotismo,
desarrollados gracias a la libertad creadora que nace del gusto de hacer “el
arte por el arte”. Estos autores consiguen renovar la palabra y enriquecer la
nueva con la aportación del soneto y el versículo, las rimas internas, las
armonías y los paralelismos. En la primera etapa del movimiento aparecieron autores como Salvador
Rueda y Manuel Reina, que elaboraron una poesía alegre y comprometida, de la
que después tomará ejemplo Rubén Darío. Este precursor del modernismo comienza
centrándose en la prosa y el verso en obras como Azul, pero después
evoluciona al cenit con Prosas profanas, hasta legar a su faceta más
elegante y refinada con Cantos de vida y esperanza, que marcan el final
de su obra. Sin embargo, en la segunda etapa del
movimiento los autores se encuentran asentados e integrados en la sociedad y el
movimiento. Es el caso de autores como Valle-Inclán, que trata temas de amor,
muerte y religión vividos por un aristócrata decadente y amoral, conocido como:
el Marqués de Bradomín. Por otra parte encontramos a los hermanos Machado,
Manuel y Antonio. El primero de ellos hablará en obras como Alma, del
andalucismo y la visión cosmopolita de la vida; en cambio, su hermano trata
temas del paisaje como el espejo del alma, lo que influye notablemente en la
Generación del 98 con obras como Campos de Castilla. Finalmente nos
topamos con Juan Ramón Jiménez, que elaboró su obra iniciándose en una etapa
sensitiva y romántica que le llevó a escribir Platero y yo, para pasar a
una etapa intelectual de estudio en la poesía y la prosa, con la creación de Diario
de un poeta recién casado; y termina en una etapa mística, de perfección y
angustia existencial, donde escribe: Dios deseado y deseante.
La
Generación del 98
se desarrolla tras la crisis de ese mismo año, que consistió en la pérdida de
Puerto Rico, Cuba y Filipinas, acompañado de una crisis burguesa, que dio lugar
al sentimiento de protesta y amor al arte.
Los
escritores noventayochistas tienen un espíritu individualista que les ayuda a
ser objetivos cuando tratan el tema del desastre de 1898. Son autores que buscan
españolizar Europa, y por eso se fijan en lugares como Castilla, donde se ven
inspirados por el paisaje, su gente, su historia…; teniendo en cuenta la
influencia que tuvo para el desarrollo de este pensamiento la aparición de la
intrahistoria de Unamuno, que se definía como la historia de la historia. Sin
embargo, a pesar de que se preocupen de forma existencial por España y la amen,
se dejan empapar por las nuevas ideas occidentales, como puede ser la lectura
de Nietzsche o Schopenhauer; pero esto no quita que no quieran tomar ejemplo de
clásicos como Bécquer o el Arcipreste de Hita. Son autores a los que les puede
la realidad de España, por eso escriben obras optimistas, para intentar
cambiarla; esto les hace únicos y rechazadores de la retórica anterior, apoyándose
en el lirismo y el subjetivismo. Para ellos acabar con el problema de España
significa encontrar un sentido a la vida, por eso, los temas suelen ser sobre
la existencia y el paso del tiempo, o la muerte y la religiosidad. Todo ello se
ve apoyado por un estilo directo, tradicional y sencillo.
En
este periodo fue cuando Azorín abre paso a la nueva narrativa con La
voluntad, en la que habla del sentimentalismo, la racionalidad y la
espiritualidad. Fue seguido de anarquistas escépticos y sinceros sobre la
realidad humana, como Pío Baroja, que escribe Aurora roja. En cambio,
hay otros que se centran en el problema de España y dudan de su existencia,
como le ocurre a Unamuno en Niebla. Sin embargo, autores como Machado,
se centran en las tradiciones y en el espíritu español del arte, como por
ejemplo: La Lola se va a los puertos. Otros son veteranos del
modernismo, como le ocurre a Valle-Inclán, gran crítico y creador de
esperpentos que distorsionan la realidad hasta el aspecto más truculento, como
ocurre en Canciones bárbaras. Finalmente, aunque menos destacado, se encuentra
Maeztú con sus ensayos y publicaciones periódicas.
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