Arquitectura barroca italiana
La arquitectura barroca italiana se caracteriza por su gran movimiento. Además emplea atlantes, cariátides de influencia clásica, columnas salomónicas y pilastras, como elementos sustentantes. La cubiertas son abovedadas y se combinan con las cúpulas. Es una arquitectura de muros gruesos apoyados en soportes, con entablamentos decorativos. Domina la curva sobre la recta y los frontones se parten. Existe una gran obsesión con la perspectiva, por lo que se ensanchan las ciudades y se crean más edificios públicos, aprovechando los desniveles de las colinas para crear escaleras monumentales.
En el siglo XVII aparecen artistas como Carlo Maderna
(Catedral de San Pedro de Roma), Bernini (Baldaquino de San Pedro) y Borromini
(Iglesia de Santa Inés). Todos ellos se caracterizan por el empleo de formas nerviosas en una arquitectura de carácter decorativo, donde las obras presentan gran escenografía y elementos decorativos. Hacen que la arquitectura cobre elegancia y de importancia a sus cuerpos centrales, aportando la creación de cúpulas y columnas paladinas, que aportan un mayor equilibrio y severidad.
En el siglo XVIII aparecen artistas como Salvi (Fontana de
Trevi), Longui (Santa María de la Salud) y Juvara (Palacio de la Madamma).
Estos artistas realizan una obra decorativa basada en el colosialismo y la monumentalidad, con columnas paladinas que llevan volutas, y nuevas cúpulas esplendorosas de gran movimiento.
Escultura barroca italiana
La escultura barroca del siglo XVIII, presenta obras orientadas al sentido religioso de la mística y la ascética. Son obras de gran realismo y pasión, que presentan simetrías diagonales que juegan con escorzos y contornos discontinuos. Es una escultura de gran movimiento activo, donde las figuras son dinámicas, abiertas y expresivas. La luz y la policromía dan un nuevo toque a los distintos tipos de mármol, dando mayor aspecto mitológico y religioso. El artista más destacado de la época fue Bernini, que elabora numerosas obras, cada una con sus características distintas.
- "Apolo y Dafne": presenta una obra de figuras clásicas y movidas, que interaccionan entre sí con gran movimiento fugaz y airoso en sus cuerpos curvados.
- "Éxtasis de Santa Teresa": una obra de gran expresionismo, donde se representa a la Santa en pleno "clímax", tras haber recibido un dardo dorado que le provoca ese éxtasis, ese placer de haber entrado en contacto con Dios. Podemos observar que el ángel presenta un rostro pícaro mientras observa a la Santa, que parece sentir una combinación entre dolor y deleite. Fue una obra encargada por la familia Cornaro, que también retratados de forma escultórica, observan la obra desde un palco.
- "Sepulcro del Papa Alejandro VII": se representa al Papa esperando a la fuerte de forma tranquila y natural, mientras reza. Podemos observar que se encuentra en un escenario, donde detrás de las cortinas de este mismo, aparece la división entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Podemos apreciar, además del expresionismo, el simbolismo que aporta el reloj de arena, elemento que indica el rápido paso del tiempo.
- "Estatua ecuestre de Constantino": el artista se encuentra en plena edad madura, por lo que decide representar la mística pero de un modo más sencillo.
- "Fuente de los cuatro ríos": Se representan los ríos principales de la época en la Plaza Navona, estos son: Nilo, Plata, Indo y Danubio. Todos ellos van acompañados de figuras monumentales y colosales realizadas a la manera de la época, que se encuentran desnudas y rodeadas de animales que disfrutan a su alrededor.
Pintura Barroca en Italia
La pintura barroca italiana aparece en el momento donde el triunfalismo y el coleccionismo alcanzan su máximo auge, buscando la mayor sensibilidad de los fieles, junto a la monumentalidad y lo deslumbrante, que indican la afirmación del poder. Son obras que buscan la realidad de lo inmediato y cotidiano, que además critican la vanidad mundana y lo caduco de la belleza.
Caravaggio, realizador de obras como: “El tránsito de la Virgen”, “Vocación de San Mateo” y “Baco”, elabora obras de carácter realista y tenebroso, con ápices de idealización. Su iluminación es uniforme y compuesta de tonalidades armoniosas que aportan gran sensibilidad al cuadro, que por su parte, incluye arquitecturas falsas en las que se integran hombres atléticos. Es un arte acentuado, efecticista y teatral, con líneas diagonales y oblicuas que rechazan los contrastes y las estridencias, empleando la técnica de “la trope d´oleil”. Como este pintor destacan otros muchos, así, de la Escuela de Bolonia nacen Los Carraci; por otra parte se encuentra Ludovico Anibal con el Palacio Farnesio, Luca Giordiano con Santa María de Salute, y Agostino con su aportación en la Capilla Sixtina.
Arquitectura barroca española
La arquitectura barroca en España se desarrolla durante el siglo XVIII, resaltando las líneas sencillas y geométricas de la arquitectura. Es un estilo en el que dominan los materiales pobres, excepto en Galicia, que además añade molduras en los vanos integrados por baquetones. Además, presenta plantas sencillas y espaciosas, junto a fachadas decorativas de carácter geométrico, acompañados de la estípite vegetal, los balaustres y los florones con rocallas, muy típicos de la época.
En la primera etapa del Barroco podemos destacar artistas
como Juan Gómez Mora (Plaza Mayor de Madrid), Herrera el Mozo (Pilar de
Zaragoza) y Alonso Cano (Catedral de Granada). Todos ellos se caracterizan por
dar importancia a la decoración, que a veces incluye balconadas de hierro,
campanarios y tejas policromas. Las calles se adornan con arcos de medio punto, y con sólidos pilares que se unen a plantas rectangulares, presentando siempre
monumentalidad en el interior de las obras.
En la segunda mitad del Barroco destacan los Hermanos
Churringuera (Trazado del Nuevo Batán, Colegio de Salamanca, Plaza Mayor de
Salamanca), Pedro Ribera (Puente de Toledo), Narciso Tomé (transparente de la
Catedral de Toledo), Fernando Casas y Novoa (Catedral de Santiago) y Sachetti
(Palacio Real de Madrid). Todos ellos se caracterizan por la decoración de los edificios con horror vacui y cornisas voladas con abultamiento. Por otro lado se colocan los florones decorativos y las hornacinas ciegas o perforadas, que dan aspecto italianizante a las obras de granito y piedra. Además, podemos encontrar baloncillos sobre los apoyos. Los trazados son movidos y los frontones se parten.
Escultura barroca española
La escultura barroca española sigue la tradición renacentista
hispana, es decir, emplea la madera policromada con la técnica del "estofado", y deja a un lado el mármol y el
bronce. Es una escultura de carácter religioso, en la que desaparecen
monumentos funerarios y conmemorativos. Otra de las influencias importantes es
el espíritu exaltado de la Contrarreforma, que trae consigo obras destinadas a
procesiones, con gran sentido teatral.
En Castilla destaca Gregorio Fernández por su elaboración de
Dolorosas, Inmaculadas y Cristos. Estas obras son principalmente naturalistas
con sentido trágico, de gran fuerza y vitalidad, que estudian la anatomía junto
a ropajes quebrados, que crean efectos de luz y de sobra en las sábanas
empleadas para cubrir.
En Sevilla destacan Montañés (San Isidoro del Campo) y Juan
de Mesa (Cristo de los tres clavos), que realizan obras de ensoñación, mística y
misterio, con gran dramatismo. Sus desnudos y ropajes son plegados, que
provocan grandes contrastes de luz y cabelleras rizadas, en obras de gran
fuerza y dramatismo donde se encuentra la perfección anatómica y la corona de
espinas para los Cristos.
Granada acuna a escultores como Alonso Cano (La Virgen de la
oliva), Pedro de Mena (Ecce-Hommos y Dolorosas) y la Familia Roldán (Nazarenos
y Ecce-Hommos). Todos ellos se caracterizan por la combinación del manierismo,
el Barroco y lo clásico, en obras donde los rostros se realizan con gran
tratamiento dramático, mientras que las telas se encuentran plegadas. La
penitencia y el misticismo, la minuciosidad y la intimidad, junto con la
expresión afable, son predominantes en todas las obras de esta etapa. Además, vuelve
a emplearse el contraposto y el revoloteo, junto a cabelleras densas y figuras
airosas.
En Murcia destaca Salzillo (Inmaculadas, Dolorosas y
Cristos), por sus obras realizadas en madera, que presentan dolor sin perder
juventud y belleza. Continua empleando el contraposto y las delicadas
facciones, que son incapaces de mostrar odio, aunque si fatiga. Predomina la
flexibilidad del cuerpo y la creación de un Cristo más joven y apuesto.
La pintura barroca en España se desarrolla durante el reinado de los Austrias, que a pesar de que acababan de salir de la crisis económica del siglo XVIII, apoyaban el gran desarrollo y riqueza de la Iglesia Católica. Estos hechos convierten a la pintura en un método didáctico que representa Vírgenes, Santos…, con gran realismo. Aparece el gusto por lo desagradable y truculento, representando cada defecto humano, incluso, se representan anomalías físicas o deformidades. Por otra parte, se representan las escenas de bodegón con personajes muy realistas que toman alimentos escasos y sencillos, junto a recipientes cerámicos. En cambio, el paisaje es un mero hecho decorativo al que no se le da importancia. Respecto a la técnica, la mayormente empleada es el óleo, pero en Italia se sigue empleando el fresco. Este arte se caracteriza por las pinceladas suelas en composiciones asimétricas, que provocan perspectivas aéreas y efecto escultórico.
En el Foco de Valencia cabe nombrar a dos artistas esenciales, el maestro y el discípulo, Ribalta y “El Españoleto”. Ambos recibieron influencia tanto de Espraña como en Italia, ya sea iniciándose en los claroscuros y el tenebrismo del manierismo, o en los fuertes contrastes de luz que ofrece la pintura veneciana, con gran realismo y detallismo. Las obras son esencialmente religiosas, predominando el tema de milagros y martirios, con violentos contrastes de luz que tienden a las composiciones complicadas. Por otra parte, destaca el gusto por lo popular y el expresionismo, que lleva a la deformidad de las caras. Realizan obras como: “Aparición del ángel a San Francisco” y “La Magdalena Penitente”.
En el Foco Andaluz destacan Zurbarán (Santa Casilda), Murillo (El Buen Pastor) y Valdés Leal (Retablo de Santa Ana). Son artistas que se centran en lo realista, místico y tenebrista, captando las calidades de los tejidos y los objetos cerámicos. Aunque a veces emplean pinceladas pastosas, suelen ser grandes dibujantes que realizan volúmenes y perfiles nítidos, en temáticas religiosas y de bodegones con naturalezas muertas. Además, va evolucionando a técnicas sueltas, ligeras y libres, hasta que llegan a la vaporosidad definitiva. Son artistas que rehúyen lo violento en Inmaculadas o figuras infantiles, pero que después se recrean en lo desagradable. Aparece sobretodo escenas costumbristas de dolor y miseria, que comprenden escenas dramáticas con gran luz dorada, colores cálidos y suaves, que a veces acompañan el optimismo. En definitiva, son obras que, aunque coloristas, cuando representan las “vanitas” buscan demasiado los cadáveres en la putrefacción y los esqueletos, con elementos simbólicos de glorias efímeras y terrestres.
El Foco de Madrid se ve inconfundiblemente representado por Velázquez, un pintor Sevillano que evolucionará su arte durante tres etapas: la etapa sevillana, la madrileña y la de sus viajes a Italia. Es un artista que da importancia al dibujo, al volumen, a la temática popular, bodegones y naturaleza muerta. Emplea el claroscuro suave con colores marrones, luz unifocal y obras que modelan las figuras. A medida que evoluciona se empapa de la pintura del Greco y Tiziano, que le llevan a realizar pinturas de colores azules y plateados, que comprenden los primeros retratos de la familia real y los bufones. Más tarde, a medida que evolucionan sus estudios, realiza grandes producciones y retratos con figuras más expresivas. Aplica una nueva temática, suprime el fondo y los retratos se hacen elegantes y sencillos, logrando la atmósfera y profundidades espaciales. Finalmente, retrata el círculo papal mientras se preocupa por el expresionismo y el movimiento de los paisajes. Comienza empleando técnicas preimpresionistas de gran realismo y naturalismo, con colores muy suaves. Finalmente, mejora su técnica y realiza figuras integradas en el entorno de forma natural, con gran perspectiva en el área, la luz, el espacio, el ambiente y el tiempo. Realiza obras como: “Las Meninas”, “Las Hilanderas” y “El niño de Vallecas”. Este pintor influirá en artistas siguientes como Claudio Coello (Adoración de la Sagrada Familia) y Juan Cerreño de Miranda (La Monstrua).
Pintura Barroca
Holandesa
La pintura barroca holandesa se desarrolló durante los siglos
XVII y XVIII, época en la que se hace común el empleo de la grandeza artística,
que busca la belleza pictórica y el retrato de la vida cotidiana junto a la
naturaleza. Los artistas se especializan y obtienen grandes técnicas que
aplican a su pintura religiosa y pública, donde aparece tanto el retrato de
costumbres, como el bodegón o las escenas interiores. Además, se verán
influenciados por el clasicismo de los Carracci y el realismo de Caravaggio.
Frans Hals, autor de “La Gitanilla”, elabora principalmente
retratos corporativos de gremios o corporaciones, que aparecen en un ambiente
vital y animado. Las pinceladas son libres, provocando manchas de color que se
aproximan al impresionismo. Destaca por la iluminación de las manos y los
rostros, en ambientes de momentos fugazes.
Rembrant, autores de “Mujer bañándose” y “Retrato de Saskia”,
se caracteriza por emplear claroscuros y colores de poca fuerza que hacen que
sus obras se envuelvan en un misterio. Este efecto lo consigue mediante la
iluminación de zonas con potente luz. Es un importante retratista individual y
corporativo, que también se autorretrata a sí mismo para observar sus
sentimientos. A parte de sus retratos podemos encontrar obras referidas al
antiguo testamento, que al igual que las demás, presentan calma, sobriedad y
desorden.
Veemer, autor de “Mujer con jarra” y “La joven de la perla”,
es un realizador de pinturas interiores que se desarrollan en ambientes
cotidianos, sencillos y realistas. Veemer siempre pinta quehaceres
tradicionales con personajes tranquilos y absortos, elaborados con pinceladas
suaves y gran cromatismo. Sin embargo, lo más destacado de este pintor es el
empleo del lirismo que provoca la luz diáfana y clara.
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